La sequía está teniendo un impacto dramático en la agricultura del sur de Europa. Se alternan extremos como sequías e inundaciones.
La sequía está teniendo un impacto dramático en la agricultura del sur de Europa. Se alternan extremos como sequías e inundaciones, como ocurrió recientemente en Italia en mayo.
La Comisión Europea los ve como una consecuencia directa del cambio climático. La falta o exceso de agua es una de las graves consecuencias que ya sufrimos. En el futuro, la sequía podría desencadenar crisis alimentarias con consecuencias económicas inmediatas.
Consecuencias: crisis alimentaria y disminución de la producción económica
En España, con las emisiones de CO2 actuales en la región mediterránea y un aumento de dos grados centígrados, la falta de precipitaciones regulares provocaría una caída del producto interior bruto del 7%. A tres grados centígrados, habría una disminución del 17% en la producción económica.
Los agricultores tendrán que adaptarse: pasar de campos de regadío a campos de secano y una gestión eficiente del agua, dice Javier Fatás, experto en agua de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos de España.
«Demain, les agriculteurs devront s’adapter au changement climatique et aux conditions climatiques. Il ne faut pas oublier que la population mondiale a triplé au cours des 50, 60 dernières années et nous avons l’obligation, pour ainsi dire, de nourrir cette Población Mundial. »
Los acuíferos y las reservas naturales son tesoros importantes
En Europa, el aumento de la sequía está afectando especialmente a la región mediterránea. En España, el 75% de la superficie ya está amenazada por la desertificación.
«Creo que en los años venideros deberíamos tratar de ser tan productivos como lo somos ahora con el agua que tenemos ahora, o con la menor cantidad de agua que tendremos en los años venideros, gracias al uso eficiente. Debemos con menos recursos se vuelven cada vez más sostenibles», dice el experto en agua Javier Fatás.
Los acuíferos y reservas naturales como Doñana en Andalucía son activos estratégicos importantes para la conservación de la naturaleza y la lucha contra la desertificación y la sequía.
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