Si en política sólo se discutieran los extremos, consensos o acuerdos, que no satisfacen completamente a nadie, pero que al mismo tiempo son aceptados por todos los ciudadanos, son inaccesibles. Éste es el drama de la política de bloques, en la que la moderación se silencia del mismo modo que el diálogo entre oponentes. Pasiones y consignas impiden cualquier acercamiento. La alienación y la frustración comenzaron.
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El PP habla Vox según su boca, por temor a ser superados en su patriotismo por los extremistas de derecha o ser bloqueado en las cuatro comunidades autónomas donde comparte gobierno. Lo mismo ocurre en Baleares, donde los conservadores reemplazan a un gobierno minoritario. Se mantiene acuerdo con el partido de Santiago Abascal. Su socio les permite gobernar, pero impide cualquier acercamiento con la oposición, cualquier consenso. El propio gobierno Abandona el diálogo para no molestar a su pareja.
Similar a nivel nacional
Durante la toma de posesión de Pedro Sánchez Es similar, pero con mayores consecuencias. El presidente está ganando adeptos al aliarse con aquellos con quienes ayer dijo que nunca podría estar de acuerdo, y él también está accediendo a sus demandas. Prometió no aceptar nunca. Vuelve a calificar a sus socios de “la mayoría del progreso” y hace de su situación una virtud. Sin ningún acercamiento al PP, el partido más fuerte, ni siquiera un intento, porque sabe que son su pequeño socio de coalición Sumar y los nacionalistas y separatistas con quienes selló su toma de posesión, estaría molesto.
En los dos casos Es una tragedia para los ciudadanos. Al menos para aquellos que no están dispuestos a romper con ninguno de los dos bloques. manipular una marioneta.
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