El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, mantuvo esta semana dos reuniones de trabajo que no podrían haber sido más diferentes. El jueves viajó a Barcelona para negociar amplias concesiones a la región autónoma con el padre Aragonès, el presidente de Cataluña. El viernes se reunió con Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición en el parlamento español y líder del partido conservador PP, para al menos hablar.
Feijóo y Sánchez mantienen desde hace tiempo una amarga animosidad que se ha profundizado desde las elecciones de julio. En la anterior legislatura, Feijóo ya había marcado la pauta utilizando términos como «gobierno Frankenstein» y «sanchismo», lo que supone un insulto punzante en España, donde el último «ismo» fue el franquismo, la dictadura franquista. Sánchez también desaprovechó una oportunidad para mantener la relación con Feijóo bajo cero. Durante la votación de su gobierno se burló del fracaso de Feijóo.
A veces también nos necesitamos unos a otros
En este sentido, no sorprende que ambos tardaran mucho en organizar la primera reunión de la nueva legislatura. Sánchez había anunciado de antemano que quería convencer a Feijóo para que reformara el largamente esperado Consejo Supremo de la Administración Judicial. Y ahora parece haber movimiento sobre el tema. Feijóo dijo que sugirió utilizar a la Comisión Europea como mediadora para las reformas, algo que los socialistas no han descartado.
Feijóo intentó en vano impedir que el Estado español invirtiera en la compañía telefónica Telefónica. También mordió el granito al exigir que se revocaran las concesiones hechas a los separatistas. No es sólo una ley de amnistía para Carles Puigdemont y Cía. Más recientemente, el partido de Sánchez entregó el ayuntamiento de Pamplona al partido separatista vasco EH Bildu.
El contenido también cubrió aparentes mezquindades como la modernización de un término del artículo 49 de la Constitución que discrimina a las personas con discapacidad física. Como ocurre con cualquier cambio constitucional, esto requiere una mayoría parlamentaria, que sólo los dos partidos populares pueden reunir. Pero incluso para esta modificación obvia, Feijóo exigió algo fundamental a su oponente político: a cambio, Sánchez debería garantizar que su gobierno no permitirá que Cataluña celebre un referéndum sobre la independencia.
La táctica de Sánchez contra los catalanes: el abrazo sin piedad
Precisamente este es el tema que causó sensación durante el encuentro entre Sánchez y Aragonès. La táctica actual del líder español en este tema es clara: besar a los catalanes hasta que olviden su referéndum. Así, Barcelona gana soberanía sobre los ferrocarriles regionales (que podría ser un regalo de Dana por su estado), se reorganiza la financiación de la región y se reconoce el catalán como segunda lengua oficial en toda España.
Pese a todo, Sánchez también tiene otra fecha en mente: las elecciones en Cataluña se celebrarán en poco más de un año. La rama local de los socialistas de Sánchez tiene buenas posibilidades de convertirse en la fuerza más poderosa y superar a los partidos separatistas. Máxime cuando el líder del partido madrileño es considerado amigo de los catalanes.
Feijóo compareció ante la prensa tras el encuentro. Sin embargo, su actuación se vio opacada por otra transmisión en vivo. La mayoría de españoles siguieron en la mañana del viernes la retransmisión del sorteo de los números ganadores de la lotería de Navidad. El Gordoel premio principal se otorgó al billete número 88008.
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