En esta ciudad española solo hay 5 horas de agua al día

La sequía en Europa está teniendo un impacto dramático en algunas comunidades: en una comunidad española en Cataluña, el agua solo sale del grifo durante 5 horas al día.

Cuando Mario Ferrario se levanta sobre las seis de la mañana para llevar a sus hijas a la escuela de verano, todavía no hay agua en Bonastre, un pueblo de unos 800 habitantes en la región de Cataluña. Abre el grifo y no sale ni una gota.

Si tienes suerte y puedes tomarte un descanso de tu trabajo, puedes llegar a casa a las diez de la mañana y darte una ducha corta antes de que vuelva a salir el agua. La respiración dura de 7 a. m. a 10 a. m., después de eso nada funciona hasta las 8 p. m. Luego, el agua fluye del grifo durante otras dos horas.

“Cuando vuelve a haber agua, porque muchas veces no se respetan los horarios. Fijan unos periodos que cambian sin avisar”, asegura Ferrario.

Ducharse, lavar la ropa e incluso fregar los platos se ha convertido en un lujo en Bonastre. La situación en la comunidad española era tan extrema que el ayuntamiento decidió imponer restricciones debido a la sequía.

Hace unas semanas, la Agència Catalana de l’Aigua declaró la comarca zona de sequía, pero en la práctica nada ha cambiado, las autoridades han mantenido las restricciones que existían antes.

Actualmente hay 150 municipios de la región de Cataluña donde el uso del agua está restringido. El nivel del agua en los embalses está bajando y los pozos que abastecen a muchos pueblos pequeños se han secado. Según el Ministerio de Cambio Ecológico, en agosto se registró el nivel de agua más bajo jamás registrado en los embalses.

En el caso de Bonastre, la situación es «extrema», según ha declarado a medios locales Esther Bartra, alcaldesa de la localidad. El único pozo del municipio no tiene reservas y se alimenta del acuífero de Gaià, que ya está sintiendo los efectos de la sequía.

Como medida provisional, el gobierno de la ciudad está tratando de desviar agua de un pozo en construcción, con la esperanza de que esto alivie un poco la situación en la ciudad.

Sequía, falta de lluvias y mal pronóstico

En el centro de Bonastre, cada vez que vuelve el agua, Xavi Llarch intenta hacer correr el agua y llenar bidones para atender a los clientes de su bar. «Es un problema para nosotros, perdemos clientes constantemente», dice.

“Todo el día no podemos lavar los platos que usan los clientes, no podemos usar el fregadero, ni siquiera podemos usar la cafetera para hacer café”, dice.

Este es el cuarto verano que la ciudad ha tenido que hacer cumplir las restricciones por sequía. Pero las consecuencias nunca han sido tan graves como hoy.

«Tuvimos algunos veranos con cortes de agua, pero solo duraron unos días. Lo que estamos pasando este año es terrible, nunca ha sido tan grave. Esta situación es como una muerte anunciada», dice Núria Pons, que vive en Bonastre.

«Si bien hubo sequía generalizada, la planificación de las autoridades locales también fue muy mala. Sabíamos desde hace meses que esto vendría. No es del todo culpa del municipio, pero debieron aprovechar la temporada de lluvias para llenar y pronóstico”, dice Pons.

Las autoridades locales ya han prohibido el llenado de piscinas, huertas y jardines con agua potable. Se invitó a los residentes locales a reducir su consumo y usar el agua de manera responsable. Sin embargo, esto no impidió la imposición de restricciones aún más estrictas.

“La gente está harta de la situación. Los políticos se excusan de que no pueden hacer un nuevo pozo, hay sequía, no llueve… Pero no han actuado con previsión”, dice Ferrario.

“Hace cuatro años que vivo en la ciudad y llevo un tiempo así, pero este año ha sido un desastre. Las restricciones se han vuelto mucho más estrictas”, agrega.

Muchos ahora están pidiendo que se lleve a cabo una discusión sobre cómo surgió esta situación.

Antonella Gerosa, gerente de una bodega de la región, señaló que el agua se utilizó de manera irresponsable. «Aunque la ciudad es pequeña, hemos llegado a esta etapa. Sabíamos que los niveles freáticos estaban bajos, se notaba, pero la gente no tenía un sentido de responsabilidad por el medio ambiente».

A la espera de que finalice la construcción del segundo pozo, prevista para finales de año, el ayuntamiento ha encontrado otra solución: un camión cisterna llega todos los días al pueblo para repartir agua a los habitantes.

“El problema de eso es que los mayores no pueden llevar las botellas desde donde está aparcado el camión hasta su casa”, dice Pons, que mira al cielo con pocas esperanzas. “Hasta que llueva a cántaros, seguiremos viviendo con restricciones”.

Sarita Terrazas

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