En Suiza sólo quedan ocho atletas frisones registrados oficialmente y en España sólo quedan unos pocos más. Y, sin embargo, las dos naciones tienen un objetivo común.
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Neuharlingersiel – Nunca se ha visto tantos deportistas frisones reunidos en un solo lugar. Las multitudes también son nuevas para ellos. “No podríamos hacer eso aquí. No tenemos espacio para eso”, afirma Marcel Hagios. Él mismo es un jefe y, por lo tanto, parte de una especie en extinción.
Porque Hagios no trabaja para ninguna de las grandes asociaciones. Es miembro del Club Huttwil Krugler de Suiza. El club del cantón de Berna es el último en lucir los colores de Suiza. El club tiene ahora sólo ocho miembros, no queda mucho de los buenos tiempos. “Los jóvenes ya no quieren eso”, añade con resignación Gerber Paul. Pero los suizos estaban felices de viajar a la costa.
El norte de Alemania no es nuevo para ellos. Cada cinco años visitan a los habitantes de Schleswig-Holstein o viceversa. También están presentes Stefan Stettler y Ernst Noordhuis. Esto significa que la mitad de los atletas suizos frisones estarán presentes en el Campeonato de Europa. Esto no es del todo cierto, porque Ernst Noordhuis es un holandés en su equipo. Proviene de Drenthe, solía lanzar para Meppel e incluso fue campeón de Holanda. “Pero eso fue hace mucho tiempo”, dijo riendo. En un momento dado acabó en Suiza. “Fue entonces cuando encontré a los chicos”, explica. En Suiza se lanza una pelota de un kilo por las calles y caminos de tierra.
Boßeln también tiene una larga tradición en España. Este deporte existe en la Península Ibérica desde hace unos 200 años, informa Felipe Gonzalo. Nadie sabe exactamente cuánto tiempo hace que desaparecieron los documentos. Aunque los bolos todavía se practican en tres regiones, el deporte sigue siendo, en el mejor de los casos, un fenómeno marginal. Todavía quedan tres pueblos en su zona, dice Gonzalo. Pero ya no pueden reunir a más de 20 lanzadores, todos hombres. El hecho de que sólo los hombres lancen bien podría deberse a la pelota. Porque con 1,6 kilos pesa el doble que una bola de hierro irlandesa. Aunque la comunidad deportiva frisona en España es pequeña, Gonzalo y sus colegas esperan unirse a la asociación internacional.
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